Ser tenor es muy duro. Siempre al límite. Siempre más arriba. Siempre más fuerte. Siempre más larga, la nota. Y en el momento más inesperado, el gallo. Gárgaras, tomillo y bufandas a 35 grados a la sombra. Pasión exacerbada, melodías inolvidables, lirismo excelso que desemboca en la razón de la existencia del tenor: el “hueso”,…