Alboroto es un estado físico y emocional. Una revuelta. Una familia disparatada que viene a menear la plaza para recordarnos la belleza de lo imperfecto.
Llegan para liarla, para enredar. Para reivindicar desde la alegría la maravilla de los cuerpos, las diferencias y las edades. Y subrayar a golpe de taconeo, peloteo y su pizquita de aéreos la necesidad de desmelenarnos para llevar con más holgura las complicaciones de la vida y la contemporaneidad. Aflojar tensiones y distensiones, remover las mentes, y despertar el ritmo. A través del flamenco y el circo, y lo que no es flamenco ni circo, invitamos al público a alborotarse con nosotros, a lo grande y en lo pequeño, con la esperanza de que por un ratito nuestros corazones vayan a compás. En escena nadie es protagonista, se trata de una piña, una juntiña, una troupe, en la que todos cuidan al otro y le dan palmas y arrope para que goce y brille, en el que el propio conflicto es combustible para la risa y el baile.
Con castañuelas, malabares de rebotes, tacones, hulahoops, abanicos, cajón flamenco, cuerda aérea, hangs, bata de cola, pitos de carnaval, y algo de silencio, los cinco artistas, hechos de carne y hueso, abrazan la contradicción y componen un auténtico alboroto, bruto y sensible.
Una propuesta pensada para que disfrute la niña, el abuelo, tú prima, tú vecino y la paloma que asoma.

