Cuando era niño me diagnosticaron trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Al principio solo era capaz de ver los problemas que causaba en mi vida personal: no podía quedarme quieto, tenía demasiada energía, siempre estaba haciendo varias cosas a la vez, pensaba de manera diferente a los demás, pendiente de demasiados detalles… Pero, más tarde, cuando descubrí los malabares (o como solía decir mi abuela, “Kuntzim”), transformé todos aquellos “problemas” en ventajas.
Este espectáculo es un laboratorio lúdico que se centra en el proceso creativo de generar algo nuevo. Los colores representan ideas y el malabarismo es el lenguaje hablado.