Muna vive bajo tierra, debajo del parque de los columpios. Allí también está Mero, un viejo músico que la cuida y acompaña. En ese microcosmos poético que conforman, ella es libre como un animal del bosque, como un náufrago en su isla. Al llegar la mañana, Muna sale de su escondite y empieza a jugar con todo lo que tiene a su alcance. Pero no juega de cualquier manera, lo hace construyendo una gran escalera excéntrica con diferentes elementos del parque, una especie de camino que le permitirá, poco a poco, ir ascendiendo hasta lo alto del columpio. Una vez allí, descubriremos el fin de todo su juego: tras una breve espera, una gran luna aparece frente a ella, Muna le da un beso de buenas noches, y el espectáculo finaliza.